El miércoles pasado me reuní con un exdirector de arte que había estado trabajando en Madrid para multinacionales y marcas top. Había tenido mucha relación con artistas y entre otras cosas me contó porqué tantos de ellos (incluso los que tienen cientos de miles de seguidores) están obsesionados por tener más followers y más likes en las redes.
La cosa va asi:
Un artista joven empieza vendiendo sus pinturas a unos 500€.
Un poco después se encuentra con una galería, se gustan y empiezan a trabajar juntos. La galería le dice que su obra es demasiado buena para valer 500€. Y suben a 1.000€.
Los contactos de la galería y las ferias de arte empiezan a surtir efecto, hay ventas. La cosa va bien y vuelven a recomendar subir los precios.
Y suben un poco más.
Y más…
Y llega un día en que el cuadro de 500€ vale 10.000€, 20.000€ o 40.000€…
¿Y sabes cual es el problema?
Que ya no venden. Nada. Zero.
Sí, sí… tener cuadros que valen 10.000€ da mucho prestigio pero la realidad es que muchos artistas no venden ninguno y están desesperados por ganar seguidores en la redes con la esperanza de que alguno de ellos tenga 10.000€ para comprar una de sus obras.
Es una pena pero es aún peor porque en el mundo del arte bajar los precios es tabú. Es una línea roja. Se puede subir pero no bajar. Ninguna galería lo permitiría. Así que el artista que en algún momento subió a 10.000€ ya no puede bajar. Aunque no venda, aunque se le estén acumulando facturas atrasadas.
Es el juego de la percepción en el mundo del arte. Los precios altos generan glamour, confianza y prestigio. Pero no es gratis, muchas veces viene acompañado de matar las ventas. Y el que paga el precio es el artista.
Y una última cosa, mi próxima subasta tendrá un precio de salida de 10.000€… no, no… es broma. Será menos. Muchísimo menos. Yo no entiendo de glamour ni de prestigio así que puedo seguir vendiendo barato.
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